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Mi viaje al placer de Ámbar (dedicado a {Ambar Azul)

Todo comenzó hace unos años, cuando descubrí los sitios de relatos y lo excitante que podían llegar a ser. Sentir mi pene duro como un fierro, firme, atrapado en mi mano, imaginando los diálogos, las escenas, penetraciones, gritos y gemidos de las protagonistas es algo exquisito. 
 
Lejos mis preferencias iban de la mano de las infidelidades consentidas y de las relaciones incestuosas. Un día cualquiera, leí a una autora que con sus letras me envolvió y provocó que en cada relato suyo mi pene también fuera envuelto hasta tener las descargas de leche más ricas que he tenido, su nombre: Ambar. En sus cuentos siempre incluye incesto e infidelidad consentida. Su forma sucia de escribir hace que al recordar y mientas escribo, se me esté parando. 
 
Siempre noté que le gustaba ese exquisito olor a pichi seco en la ropa interior, también el de las bombachitas húmedas de deseo. La entiendo porque cuando me pajeo con sus relatos me gusta acabar en mis boxers y dejármelos puestos.
 
Debo reconocer que sus relatos sucios, duros, calientes se volvieron una necesidad y así sentí que ella merecía que le escribiera dándole las gracias y así de vez en cuando, le escribía para contarle lo mucho que me calentaban sus historias.
 
Así transcurrió el tiempo con pajas y restos de semen a la salud de sus historias y correos de agradecimiento, hasta que por motivos familiares tuve que viajar muy cerca de ella y sin nada que perder se lo dije y le dije que iría de paso a su pueblo, que quería conocerla como admirador. Al principio no quiso, por el temor que la vieran, por lo que finalmente la convencí que aceptará un café en el pueblo vecino donde yo iba. El viaje fue eterno, y a medida que me acercaba, comenzaba a imaginar cómo sería ella… la imaginaba con tetas medianas, suaves y poco firmes como un gustan. Algo me decía que su mejor arma sería su cola, de esas que dan ganas de besar, lamer, morder, nalguear y penetrar sin piedad.
 
Finalmente llegué a destino y ahí se me acerca una mujer de como 1,60 metros, de contextura normal. Pelo claro, piel blanca y como imaginaba unas ricas tetas y una cola de campeonato. Algo nerviosa me dice: “Hola, soy Ambar”. La saludé con un beso y un abrazo mas apretado que el de amigos, para sentir sus tetas pegadas a mi. Sonrió con timidez.
 
Fuimos a una cafetería cercana y mientras conversábamos de cosas livianas, yo con mi mirada trataba de traspasarle todo el deseo que sentía por ella. No me quería ir sin comerle el culo.
 
Fue así que saqué el tema de sus relatos, hablábamos bajo, y la confesión que terminó por calentarme fue cuando me señaló que fantaseaba con ser una cerdita como las de sus historias, ante lo que le dije que yo en encantado le cumplía sus fantasías, a lo que respondió mordiéndose el labio, en señal que le gustó la idea. “Me tratarías como una puerquita?” Obvio, le respondí, mira como me tienes, indicándole con mi mirada, la carpa que se me marcaba por la erección. Ella al verla, emitió un excitante “mmmmm”, para agregar: “Debe oler muy rico “. “Vamos a otro lado y sales de la duda”, señalé. “Vamos!’ me dijo. Pagué la cuenta y subimos a un taxi, y ella le señaló que nos llevara a un motel que estaba en las afuera del pueblo.
 
Una vez en la pieza, nos dimos un beso apasionado, eléctrico, con lenguas inquietas que advertían que tendrían mucho trabajo esa tarde. A medida que nos besábamos, yo bajé mis manos y la afirmé de las nalgas, con fuerza, firme, apretándola hacia mi, para sentir sus tetas pegadas a mi y para que ella sintiera mi pene duro y palpitante.
 
Seguramente el sentir mi pene junto a ella, la hizo no aguantar la tentación y fue así que bajó las manos para sentirlo sobre mi pantalón. “Que durito que está, lo disfrutaré mucho”. Por mi parte aproveché de liberar sus tetas, las que admiré unos segundos. Ella inmediatamente me señaló casi en tono de orden: “Qué esperas para comértelas?”. No esperé  a que tuviera que repetirlo y me tiré como un perro sediento por sus tetas. Con mi lengua recorría alrededor de sus pezones alternadamente, pero sin tocarlos, sobre la areola, todo mientras Ámbar apretaba mi pene sobre el pantalón, apoyada en mi pecho suspirando. Luego, con mi lengua empecé a jugar con sus pezones, moviéndola rápidamente hacia arriba y abajo, hasta que no aguanté más y empecé primero a succionar los pezones, estirándolos con los labios. “ufff que rico, succiónalos papi, que delicia, sigue ahhhh”, exclamaba, a medida que ya derechamente me pajeaba encima del pantalón. Me tenia tan caliente, que trataba de atragantarme con sus tetas, quería llenarme la boca de sus tetas.
 
Nos dimos un respiro, que aprovechamos para desvestirnos, pero nos dejamos la ropa interior puesta. Nos posicionamos yo acostado mirando hacia arriba y ella encima de mi, tal como si fuéramos a hacer un 69, pero ella dijo: “quiero olerte ese bóxer puerquito que se te huele a lechita seca y tu olfatéame la bombachita que no me la cambio hace dos días y me huele a pichi”. Su olor era exquisito, me desesperaba, frotaba mi nariz en su conchita, mientras ella me decía: “que rico te huele huacho”, mientras daba mordidas a mi bóxer donde se marcaba mi cabeza.
 
“Quiero chupártela toda huacho”, me dijo, a medida que sacaba mi verga de su encierro y empezaba a darse golpecitos con ella en la cara, mientras se le escapaban comentarios como “mmm me encanta”. Me tenía hirviendo. Y para mi suerte esa boca jugosa recibió con todo su calor y humedad a mi pene deseoso de darle leche. Glup glup glup  se escuchaba de esa chupada de campeonato que me daba. “Te gusta puerquito?” Preguntaba mirándome a los ojos y antes de que pudiera responder volvía a engullirlo, desesperada y gozoza de la mamada que daba. “Si sigues así me sacarás muy rápido la leche putita”, le dije, “Eso quiero pajerito, dame tu lechita por favor, me la tomaré toda lo prometo” y así empezó a pajearme con furia, desesperación, deseosa de tener pronto mi leche en sus labios. Y llegó el momento, no pude más y comencé a llenarle la boca de leche, mientras ella sólo atinaba a gemir. “Limpiate con la bombachita que me llevaré de recuerdo “, le ordené.
 
Todavía en las nubes, sentí que era el momento de agradecerle de la misma manera. Acostado mirando hacia arriba le dije que se sentara en mi cara, le haría un facesitting. Ella juguetona empezó a descender y cuando ya casi estaba a tiro de mi lengua, volvió a alejarse riendo. Me lo hizo dos veces más, hasta que la tomé de la cintura y la senté en mi cara para darle el primer gran languetazo. “Ayyyy” gimió fuerte sujetando mi cabeza. “plaf! Plaf! Plaf!” sonaron fuertemente las nalgadas que le di, mientras comenzaba a frotarse suavemente en mi cara, mientras mi lengua recorría toda esa concha jugosa y caliente. Poco a poco empezó a aumentar el placer de Ámbar, y lo notaba en la velocidad que aumentaba de sus movimientos hacia atrás y adelante. “Ufff que rico ahhhh ahhhh ahhhh sigue no pares puerquito, que gusto me das, si que te gusta chupar una concha con olor a pichi, ahhhhh que placer me das, comete mi concha, chupala y tomate mis jugos ahhh ahhh ahhh”, gemía sujetándome la cabeza y marcando el ritmo. Por momentos me faltaba el aire, pero comerme esa vulva jugosa y caliente lo valía. Un momento de respiro lo aproveché para abrir sus nalgas y meter ahí la punta de mi lengua. “Dios mio que rico, uffff comete mi culo hijo de puta” me dijo presa del placer, lo que hice gustoso, hasta hacerla acabar con mi lengua en esa piel tan suave, mientras se metía dos dedos en la concha.
 
A estas alturas ya estaba recuperado y volvía a tener mi verga dura como un fierro. “Ya no aguanto más, necesito tenerte adentro, cógeme por favor, culeame sin piedad, hazme tu perra”, me decía con una voz llena de calentura.
 
Ambos éramos dos animales en celo y fue así que abrí sus piernas y se lo metí sin piedad. Entró con mucha facilidad, estaba empapada. Empecé el mete y saca duro, lleno de pasión, salvaje, mientras ella gemía: “ahhhh sigue perro, párteme la concha, ayyy ayyyy ayyy si si si si uffff que delicia” y se sujetaba y apretaba las sábanas. Aproveché de cambiarla de posición y la puse en cuatro y la volví a ensartar: “Toma perra, gózatelo, sabía que un día te tendría en cuatro patas enterrándotelo”, a medida que le metía y sacaba con más velocidad afirmándola de la cintura, mientras sus tetas bamboleaban.
 
Estaba muy caliente y no quería acabar sin antes romperle el culo, así que se la saqué de la concha y la puse en la entrada de su agujerito y empujé un poco. “Ay me duele, pero no importa, la quiero entera, hasta el fondo en mi culo mi puerquito”, exclamó. Se la fui metiendo centímetro a centímetro, hasta que mis huevos saludaron a sus nalgas y así empecé a sacar y meter, sacar y meter. “O perro como me haces gozar, me estás partiendo el culo pero me encanta, por favor hazme pedazos el orto con esa lanza deliciosa, quiero que acabes dentro de mi colita, déjamela llenita de tu leche papito ayyy ayyyy ayyyy ufff”. Esas palabras fueron mucho para mi que con la vista nublada comencé a rellenar ese gran culo con mi leche.
 
Quedamos rendidos y ya era hora de volver para que no fuera a perder ella el colectivo. Nos dimos una ducha juntos, retornamos al terminal y me dice: “Antes que vuelvas a tu país tenemos que hacer la despedida”. “Tranquila, que luego de hoy creo que alargaré mi estadía “, le dije antes de besarla para que subiera al bus que la llevó de regreso a su ciudad
Datos del Relato
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